miércoles, 26 de diciembre de 2012

Blues

                            

Las dos guitarras sonaban limpias en el aire, una con los arpegios y la otra con el punteo, y detrás batiendo la oscuridad elevaba sus notas solitarias el fliscorno, mientras una voz gutural repetía una letra que más bien se asemejaba a un quejido del alma. Los músicos que apenas se conocían entre sí se conjuntaban de tal forma que hacía estremecer el alma de una roca. Era un blues que en aquél antro, sin apenas público en una noche de invierno, invitaba a calentar el corazón a resguardo de la frialdad de las tinieblas. 

Y lloré, una única lágrima amarga y salada, encerrado en el laberinto descubrí que el blues era el camino...